




Si hay un nombre de cocinero que se relaciona con la cocina fusión es el japonés Nobu Matsuhisa , 10 años antes de su compatriota Tetsuya Wakuda.
Solo comí una vez su cocina en el edificio Armani de Milán. Pero recordaba su icónico Black Cod, copiado en todos los restaurantes japoneízantes del mundo.
NOBU es hoy en día la auténtica marca global de la gastronomía, incluso antes que Robuchon y Ducasse.
Su secreto está tal vez en la sencillez de su formato culinario, replicado en lo esencial con muy pocos cambios, en sus 35 sucursales alrededor del planeta, sin contar los 12 restaurantes de EEUU.
Su éxito estriba también en su imagen de lujo (aunque es realmente asequible) que se suele relacionar con los locales que abre y sus deferentes ubicaciones.
Y tal vez el tercer factor de su exitosa carrera ha sido su encuentro amistoso con Robert De Niro, en los años 90, que le abrió puertas del famoseo internacional y ha aportado glamur a su propuesta gastronómica, de por si relativamente sencilla.
El sello estaba creado: sencillez sabrosa en el plato y glamur cosmopolita alrededor.
Después de la apertura de Marbella hace un par de años, llega ahora Barcelona, otra vez de la mano de De Niro y para abrir también un gran hotel. Y creo que hay que interpretar la elección de estas dos ciudades en clave de imagen de lujo (en el caso de la primera) y de turismo cosmopolita (en la segunda).
En el caso de Barcelona, la localización es inmejorable. La Torre Catalunya tenía desde hace más de 20 años muy desaprovechado su antiguo restaurante Visual, cuyo nombre delataba el único atractivo que tenía: las vistas.
Después de Marea Alta y del hotel Hesperia de L’Hospitalet, ¡ bienvenido a otro restaurante panorámico en Barcelona!, aunque, de momento solo abrirá por las noches. Coincidencia: como Marea Alta, se sitúa también en la planta 23 del edificio!
Hay que reconocer que las vistas dan el pego. Esa media iluminación (por cierto, un poco aleatoria según las mesas) en la que está sumergida la larga sala acristalada, hace resaltar los luces de la ciudad de una manera espectacular, a pesar de que se trate del humilde barrio de Sants…

El restaurante lleva solo una decena de días abiertos y el servicio aun se atasca un poco. De Chef ejecutivo encontramos a un cocinero francés, el borgoñón Hervé Courtot, y en la sala una miríada cosmopolita de camareros aun un poco despistados; algunos hablando castellano, pero catalán ninguno. Un “detalle” que se tendría que subsanar, si se quiere ampliar el espectro del target guiri a la clientela autóctona. En mi caso, tuve la suerte deque me sirviera un muy solícito y voluntarioso camarero francés, en prácticas de la famosa escuela de hostelería de Lausanne.
En esta visita me quise dejar llevar por el menú sorpresa Omakase (80€) que suele llevar algunos de los clásicos de Nobu Matsuhisa, como el famoso Black Cod. (Ya había degustado en Milán, en el Roka de Londres y hasta el Sushi99 de Barcelona). Para los que aun no lo han comido, sería otro motivo de una visita a Nobu, aunque que me gustaría avisar que su extraordinaria textura va acompañada de un posible exceso de dulzor que puede desagradar.

Edamame (poco) picante
Sobraban los cacahuetes, texturalmente redundantes con las habas de soja.

Yellowtail sashimi
Hamachi con pepino y jalapeño
Rico pero incómodo de comer con palillos.

Makis y nigiris
Excelentes!

Me sorprendió que me sirvieran los nigiri al principio del menú (por otra parte, como a mí me gusta) y al mismo tiempo que
la sopa de miso
(que no es la mejor que haya comido: textura chiclosa de la yuba deshidratada e rehidratada en un caldo bastante suave).

Tataki con “Mitsuhisa dressing”
Ventresca de una gran calidad. Ese sí que era un tataki de 10!
Maki de daikon
Cuidado con algún granito de tierra en los vegetales.


Black Cod con miso
Las lascas se separan como si fuera un bacalao pero no es un “gadus” ni mucho menos, como lo explica Roger Otuño en su blog (por cierto Roger está preparando la publicación de su esperado libro). Es como un “coal fish” (pez carbón o “sablefish”). Cada vez que degusto este plato, se lo pregunto al camarero que, invariablemente me asegura que es bacalao.
En todo caso, se trata de un gran plato, con una textura impresionante. Creo que si se acompañara de un poco más de encurtidos, su dulzor sería felizmente mitigado. Podéis pedir dos o tres brotes (tenía sabor a jengibre), a ver qué pasa…

Toban-yaki de wagyu con setas y verduras
La carne se flambea al sake, de desglasa con yuzu y se “guisa” al minuto, fuera del fuego, en una cazuela de barro previamente calentada. La carne queda tiernísima y jugosa. Solo me faltaba un arroz blanco para que se impregnara del jugo que, al comer con palillos, se queda en el fondo del recipiente.


Se termina el menú con una
Pavlova con sorbete de yuzu y frutos rojos
que el camarero rompe perfectamente con el revés de una cuchara.
Poco dulce a pesar del merengue (bastante fino) y sorbete perfecto.

Para beber, un cóctel de hibiscus y pepino.
Me gustaría volver cuando abran al mediodía : imagino que será menos bullicioso… Y me apetece probar la carta.
NOBU
Hotel Nobu
Abierto cada noche. Domingo a jueves de 20h hasta las 23h. Viernes y sábado hasta las 24h
En la planta baja, hay otro japo más informal: Kozara

ComerJapones.com (Roger)
11:02 (hace 1 minuto)
para mí
Hola Philippe,
Gracias por mencionar mi blog y mi libro (que sale el 21 de octubre). Ya tengo ganas de que salga.
He leído atentamente tus comentarios sobre el NOBU y tomo buena nota de las reflexiones que dejas entrever entre líneas. 😉
Tras ver tus fotos y leer tus observaciones, me quedo con el tōban’yaki. Coincido en que este tipo de platos piden arroz de acompañamiento. El atún también promete. Pero no acabo de entender porque sirven el sushi y el miso shiru al principio como si fuera un entrante occidental, porque en la cocina tradicional japonesa el arroz, la sopa y los tsukemono se sirven siempre al final.
Respecto al gindara (bacalao negro), es un pescado muy agradecido que es difícil que salga mal. El sabor dulzón no se debe al pescado en sí, sino a su preparación. Se cocina como un misozuke macerado con saikyō miso, un tipo de miso blanco ya de por sí dulce porque en su composición lleva más cantidad de arroz, y también porque la receta incluye mirin (de sabor dulce, porque está hecho con arroz glutinoso y tiene textura y sabor de melaza) y, por si no había quedado suficientemente dulce, le añaden azúcar. Como bien dices, el dulzor queda mitigado por la astringencia del hajikami (brotes de jengibre encurtidos con vinagre de albaricoque japonés).
Pese a no formar parte de la familia Gadus gadus, el gindara se conoce como bacalao negro o black cod. Por eso será que el camarero “en prácticas” insistía en que se trataba de un “bacalao”. En el fondo la afirmación no es del todo incorrecta, del mismo modo que podríamos afirmar que un “buey de mar” es un buey y la afirmación sería igual de parcialmente correcta que la del bacalao. 😉
Gracias por tus siempre interesantes comentarios, Roger! Y suerte con el libro!!
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