2ª entrega de la crónica de viaje: Niko Romito en Hotel Bulgari

Cuando se acude a estos sitios, siempre es bueno, al gestionar la reserva, preguntar si hay un dress code. Para evitar sorpresas. Pero, en verano y en los almuerzos en terraza, el París de los palaces se relaja un poco. Aunque a l@s parisin@s les gusta siempre ir de punta en blanco. Está claro que no iba competir en elegancia con los asistentes, algunos parecidos a los personajes de la serie “Emily in Paris”.
El maitre nos ofrecen la carta del menú del día (unos 70€, una ganga si se considera el sitio) y se queda sorprendido de que pidamos el menú degustación a 115€. Estoy seguro de que la mayoría de la gente “guapa” que me rodeaba se abalanzaban sobre el menú del día.
Ya sé que no será la cocina de Reale (el 3 estrellas de Niko Romito), visita pendiente mía desde hace años, pero me había empeñado en querer probar la “cotoletta alla milanese” que prometía, por las fotos en Instagram, crujiente, jugosidad y calidad de producto. No falló. Hasta me pareció muy correcto el precio del menú degustación largo.

Varios antipasti a compartir, todos muy ricos, desde el simple y esencial jugo de tomate, hasta un curioso buñuelo de macarrones, pasando por la seriola, un rico vitello tonnato y un igual de suculento carpaccio, de un grosor adecuado(no me gustan ni los papeles de fumar ni los bistecs…). Esplendidos los tortellini de panzarella. Era como una versión cocinada en pasta de la ensalada italiana de tomate, pepino, y trocitos de pan etc (que recuerda la piriñaca andaluza).
Y por supuesto muy top, tal como la había imaginado, la cotoletta , en parte a baja temperatura y con una segunda cocción rápida para buscar el crujiente con su doble capa de panko. Guarniciones, eso sí, muy healthy : judías verdes demasiado crocantes e insípidas, y otra vez “pomodoro”, aunque hay que reconocer que el producto estaba irreprochable. Mucho mejor que el tomate que estoy comiendo de momento en Barcelona, tanto en casa como en restaurantes, y que necesita imaginativas intervenciones culinarias por parte de los cocineros para no defraudar (como los excelentes tomates nixtamalizado de Paco Méndez, o en salmuera de anchoa de Fran Agudo en MontBar).
Opulenta ración de tiramisú (nos avisan que sin alcohol ) de un equilibrio perfecto entre café, cacao y poco azúcar. Lo del tiramisú sin alcohol, parece ya una derrota definitiva para los que agradecemos unas gotas de Marsala, amaretto o hasta de ron. Que se haga en nombre de la esencialidad de la receta o por una preocupación por la posible presencia de niños en la mesa. Pero este tiramisú se situaba en la línea de excelencia del resto de la comida.


Salí satisfecho y con ganas de volver a visitar el vecino Petit Palais (entrada gratuita: hay que aprovechar: pocas cosas son gratuitas por allí), magnífico edificio de la Expo de 1900, sede del Museo de Bellas Artes de la Villa de París, que atesora, entre otras joyas algunos “Monet”.
















El pinot noir no tenía toda la frescura y ligereza que había pedido al sommelier. Y la temperatura “de bodega” no aguanto ni 5 mn con el calor ambiental de la terraza (calor soportable, pero importante…).
Hasta mañana. Recomendaré un BibGourmand de cocina viajera, (muy correcto), en París.