El Café de la Paix , situado en la plaza de la Ópera, es monumento histórico desde 1972. El Hotel de la Paix se construyó en 1862 en pleno Segundo Imperio y sus salones acogieron a escritores, actores y políticos importantes. Son estos espacios llenos de glamur, de techos pintados y dorados, que hacen de estos restaurantes antiguos el encanto de la capital.
Me gusta visitarlos de vez en cuando, a sabiendas de que no voy a encontrar allí la perfección gastronómica soñada, pero siempre me llevaré en el recuerdo este ambiente único y algún plato clásico correcto.
Justo antes de coger el tren hacia Bélgica, me pareció una buena opción para comer solo un primero, un segundo y un postre, pensando reservarme para la importante cena de Chambre Séparée que me esperaba en Gante.
Llegué a las 12h15 pero a la 1h, los salones ya se llenan de clientes, muchos de ellos “guiris” en camiseta y vestimenta poco decorosa. Nunca he presumido de elegancia, pero para estos sitios, me parece adecuado llevar una americana.
La carta conlleva algunos peligros que conviene evitar. No entiendo esas veleidades de modernidad (o de “moderneces”) en estos templos de la gastronomía clásica.
Como ese menú de platos salados con fresas so pretexto que estamos en temporada. ¿Tártar de lubina o bacalao fresco con fresas? Va a ser que no…
Recordaba haber comido, hace más de 10 años, en la terraza de este Café una excelente terrina de foie-gras y quería volver a degustarla. Pedí media ración, ya que solo pretendía que fueran tres o cuatro bocados fugaces.¡ Sigue igual de buena! Superando sin duda el foie-gras de L’Ami Louis (siempre he pensado que su textura era la de un blog de foie…).
Totalmente absurda la “guarnición” de higos y orejones que le acompañan.
Al verme solo, medio staff directivo quiso desfilar ante mi mesa, preguntándome en cada momento si toda estaba de mi gusto. (¿Tengo pinta de inspector michelín? No lo sé pero estas amabilidades exageradas no me parecieron normales. Hasta se me presentó la responsable de comunicación).
De segundo , y huyendo de los platos “creativos”, me decanté hacia el lenguado meunière con su puré de patata. Riesgo cero. Muy correcto todo (71€), pero una pena que no se presente ante del cliente : viene emplatado desde la cocina.
El babá es excelente y la chantilly en su punto: es decir que se aguantaba bien pero sin tener esa textura mantequillosa que tiene a veces. La masa del babá era de 10. Se servía con un helado de ron y pasas redundante, ya que el propio babá iba acompañado con uvas pasas (creo que de Esmirna) y una copita de ron (optativo) como refuerzo.
La jefa de comunicación volvió al final para preguntarme sobre mi grado de satisfacción. Ya que insistía, le expliqué que los toques dulzones para el foie eran exagerados y que los panecillos de panes son ideales para banquetes pero no para un restaurante de esta categoría.
No le comenté nada sobre el servicio: error con la terrina (me trajeron una de pollo y foie comprada en el charcutero Gilles Vérot) y también en la cuenta. También me costó conseguir un tinto ligero y un poco refrescado, pero al final se encontró un Sancerre que cumplió agradablemente su función.
¿Los precios? Están sin IVA en la carta, y la cuenta sube muy rápidamente. Aquí estamos lejos de la “bistronomía” de Saturne…
CAFÉ DE LA PAIX
París
De la camiseta y vestimenta poco decorosa a la americana hay grados, por ejemplo una camisa correcta. La comodidad también es importante y la americana no es lo más cómodo. En el desparecido Jokey me prohibieron entrar por no llevar americana. Un atraso en mi opinión.
Magnífico tu comentario en otro post de que mejor preguntar al final de la comida que es lo que más y menos le ha gustado que el trámite del ” le ha gustado?”
Realmente llevo americana para curarme en salud.No quiero problema de última hora je je.
Pues sí.Preguntar en cada momento,después de cada plato, puede ser cansino.