Un restaurante de estética Belle Époque , justo antes de coger el TGV
9ª entrega del viaje París/Normandía

El decorado sigue siendo fabuloso, recordando en sus paredes y techos pintados el glamour de los primeros viajes hacia el Sur, al inicio del siglo pasado (ver más fotos en posts anteriores) .
Desde que el veterano Michel Rostang asegura un consulting en la casa (al menos 4 años), la carta ha menguado en cantidad de platos y ha subido en precios. En calidad, no estoy seguro de que haya mejorado mucho.
Ha perdido algo de su carácter de Alta Brasserie que le daba encanto, como los riñones en salsa o sus costillas gratinadas en beneficio de unos aires “fine-dining”, al menos en apariencia. Las raciones de pâté en croûte han menguado aun más y las guarniciones, decoraciones o ensaladas que se añaden a los platos solo tienen la función de disimular la escasez de la “chicha”.
Pero seguramente lo que no ha mejorado ha sido el servicio. Sirven, por ejemplo, el tinto caliente. Con el comedor sin aire acondicionado y ventanas abiertas (32º en exterior), todas las botellas se deberían refrescar sí o sí. Al final la copa de vino llegó con el segundo plato…y porque me levanté para exigirla.
Que no hubiera aire acondicionado me sorprendió un momento. Pero ¿ cómo refrigerar un espacio tan grande? En Francia, el precio de la energía está por las nubes.

El pan”ecillo”…tipo banquete de tres al cuarto, cuando en los neo bistrós, el pan de calidad y de piezas grandes, es una de sus puntos fuertes.

También se olvidaron de las cucharas para la sopa de “pistou”. Un plato, por otra parte, sin ningún interés gustativo. Exceso de cebolla. Todo en la presentación.
Larguísimas esperas entre plato y plato.

Por fin, llegaron los huevos mimosa. Sin punch, a pesar de los 2 gr de caviar que deben justificar los 42€ ,demenciales por 1 huevo y medio de gallina y otro huevo, esta vez metafórico, que me cuestó…). Es un plato icónico de bistró que depende casi únicamente de una buena mahonesa. Tenía curiosidad en ver como lo podía mejorar con algo de caviar (un tontería por mi parte). Resultado: ración pobre y sosa, y difícil para compartir.

Pâté en croûte
Costra gruesa y medio cruda. Poco relleno. Exceso decorativo.

Ricos macarrones de bogavante llamados humildemente, “Michel Rostang” en realidad una salsa Nantua que usaba el padre Jo Rostang por los años 60: bechamel-mantequilla de marisco de toda la vida.


Buenas también las crêpes Suzette , flambeadas en sala, aunque me gusta que sobre un poco más de salsa para poder “glasear” un poco la crêpe.
¿Hay que ir a Le Train Bleu? ¡Sin duda! Vale la pena conocer este espacio al menos una vez.

Pingback: L’AMBASSADE de LLIVIA agosto 2023 (Llivia. Cerdaña) | Observación Gastronómica 2