Mi viaje hacia la Maison Bras de Laguiole tenía una etapa importante el día anterior en la ciudad de Rodez. Ahí se unían dos motivaciones: visitar el Museo Soulages, concebido por el despacho de RCR Arquitèctes de Olot, los que hicieron el restaurante Les Cols, y de paso probar su
Una historia de familia ya que lo lleva Andrés, el hermano de Michel, con Christophe Chaillou , el cuñado de Sébastien, en los fogones.
Abierto desde hace un año, este magnífico museo ha atraído ya 250 mil visitantes. Más allá de la obra interesante del pintor abstracto, la contemplación del edificio en sí con sus enormes cubos oxidados (marca del estilo de estos arquitectos) vale la excursión a esta ciudad, repleta de monumentos interesantes,
empezando por su imponente catedral de gres rosado.
El Café Bras ofrece desde la mañana una carta de platitos muy apetitosos y de charcuterías de la zona. Al mediodía un menú único a 30€ con un primer plato fijo, un segundo y un postre, ambos a elegir. Vinos a copa pero con los tintos a temperatura de comedor (la temperatura “ambiente” no existe…).
Agua con gas filtrada y gasificada in situ, #sostenibilidad . A ver si nos olvidamos ya de los “Vichy Catalán” y otros “San Pellegrino”…
Platos impecablemente preparados con el mejor producto. Después de unas rilletes de sardinas agradables, (pan brutal como casi siempre)
un melón Cantaloup con láminas de pepino crocante y una ligera crema de queso fresco. Limpio, fresco, rico.
Un cocina de “secunda marca” , con el sello de Bras en estos platos de verduras con los calabacines y “pâtissons” perfectamente cocidos, repletos de hierbas aromáticas diferentes en cada bocado. Toque de frutos secos.Emulsión de acederas. Como un pequeño gargouillou, que no estaría tan alejado del auténtico del “ tres estrellas” de Laguiole. Ya se empieza a saborear “Bras”.
Se trataba de una simple guarnición de un pollo de corral pochado (la piel un poco gomosa, tal vez) en una deliciosa “americana” de gambas grises y una hoja de col, no muy al dente. Es decir: agradablemente comestible.
Pedí los dos postres del menú.
El “blanc manger” excepcional en su sencillez. Sorbete de arándanos, mini arándanos casi crudos untados con su propio couilis y una pequeña galleta de almendras, que invita a que se la rompa a trocitos encima del postre. La textura perfecta, el sabor ideal (poco azúcar) y la temperatura del ramequín idónea para que no se derrita el sorbete.
A mí lo que me impresiona en un postre (de hecho en la cocina en general…), al menos en restaurante que no pretende nada, no son las piruetas técnicas o estéticas , muchas veces engorrosas. Es simplemente esta pequeña emoción al hincar la cuchara y que te mande al cerebro mensajes de dulce felicidad. (momento cursi del post…). Al día siguiente le comentaba a Bras este simple postre y la sensación de perfección que me había trasmitido.
(También probé la tarta de chocolate. Muy buena pero cuya fórmula no alcanza la delicadeza de la del Capucin de Toulouse ( el fast food “brasiano” de la Ciudad Rosa)).
El café (¡bueno! rareza en Francia) con su “petit” incorporado : galleta con nata doble. Servido SIN platillo. (Economía de medios”).
Esta sencillez placentera, es lo que busca Michel en este simple bistró, verdadero oasis en esta ciudad donde la mediocridad gastronómica aflora por todas partes. Evitar acercarse al restaurante L’Aubrac
o desayunar un croissant industrial en el magnífico, pero descuidado y mal atendido, café Art Nouveau Le Broussy. A 200m de distancia coexistan lo peor y lo mejor de la gastronomía…
Café Bras
Museo Soulages
Rodez
Impaciente por leer cómo fue tu experiencia por le Suquet…
Relájate , Ferran je je. Ya sabes que no pensamos lo mismo sobre el significado de esta casa. Publico el post mañana al mediodía. Intento ser lo más sincero y objetivo posible.
Para mi, maison bras es una gran casa donde el producto tanto sea vegetal como cárnico es un 10. Un ejemplo a seguir para muchos 3 estrellas que hacen el ridiculo aquí en España. Menos show, más prodcuto y más cocina señores!
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