Esto es un artículo que escribí en 2008, en plena crisis económica. Un momento que obligó al mundo de la gastronomía a repensarse y a democratizarse sin renunciar a la excelencia ni a la creatividad. La crisis de hoy será sin duda aun más profunda y esta vez no será suficiente un simple reajuste. Implicará retos muchos más complejos que resolver; los más inmediatos, los apuntí en mi post anterior. Pero el cocinero, como agente social y económico importante de nuestro país, como figura visible (como el productor) del mundo de la alimentación, deberá, esta vez sí o sí, implicarse en una reflexión “política” (en el sentido amplio de la palabra) sobre qué mundo queremos. Es decir, sobre la dimensión ecológica de cada gesto que hagamos de ahora en adelante. Me refiero a todo lo que supone la intervención humana sobre el planeta y la destrucción, en los últimos 50 años, de muchos ecosistemas que tal vez nos hayan conducido a este último desastre.
Joan Roca reivindica para los tiempos que vienen un poco más de austeridad y habla en sus últimas entrevistas a las revistas Cinco Días y 7 Caníbales de los médicos (y no los cocineros) como los nuevos héroes. Añadiría que los médicos están al final de la cadena para intentar paliar los destrozos de los demás, pero son los científicos los que evalúan la evolución preocupante del medio ambiente y los que deberán ser escuchados cada vez más por la clase política (de todos los colores y de todo el planeta, con casos particularmente preocupantes de ceguera política en algunos…). Hasta ahora estos políticos nos están demostrando que no han reflexionado lo suficiente sobre nuestra relación. intervencionista y agresiva, con la naturaleza.
Más allá de ir pidiendo ayudas (que muchos sectores de la economía tienen también el derecho de solicitar, ya que esta crisis tocará a casi todo el mundo), el sector de la hostelería tendrá que repensar y autocriticarse para poder salir adelante, seguramente con otros recursos que los que han sido usados hasta ahora.
¿Tenía sentido traer productos de otros continentes (fuera de las especias que viajan desde la Edad Media)?
¿Tenía sentido abrir réplicas de restaurante por el mundo entero, bajo la misma marca de chefs-consultantes estrellas? Ahora con los hoteles de lujo vacíos este tema se complica y se vaticina ya que el “imperio” Ducasse empieza a tambalearse y los “recortes” financieros han empezado a llegarles a algunos grandes chefs. Sería el momento, una vez que haya pasado lo más gordo de la crisis, de promocionar en estos establecimientos a chefs más locales, sin duda con mucho talento y también más baratos (el Hilton Diagonal ha marcado tal vez un camino con el fichaje de excelencia pero relativamente “modesto” de un Artur Martínez).
¿Y si mañana esto llegara a pasar el mundo del fútbol? Clubes arruinados recurriendo a la cantera y prescindiendo un poco de tantos jugadores estrellas, poco entusiastas a la hora de recortarse los sueldos. En la post crisis, muchas burbujas se podrían deshinchar.
¿Tenía sentido para muchos cocineros estrellas (y no tan estrellas) pasar la mitad del año en viajes aéreos contaminantes para ir a contar al otro lado del mundo las maravillas de su huerto de productos ecológicos? ¿Verdad que esto ya empieza a parecernos aberrante?
Y estas reuniones que implicaban desplazamientos constantes para poco provecho real. ¿Cuándo podrán volver los congresos y cómo se podrían reinventar ? Estos días veo que el Basque Culinary Center realiza clases magistrales y conferencias de grandes cocineros a través de videollamadas grupales, con cada alumno confinado en su casa. No digo que será el modelo exclusivo de enseñanza del futuro, pero nos hace reflexionar sobre posibles alternativas más razonables.
La proliferación de los vuelos low cost ya empieza a reconsiderarse. Ya que son de un alto coste para el planeta.
Son tantos los campos que deberán revisarse…Hemos aceptado que la globalización era “lo más”. Ha llegado tal vez el momento de reconsiderar esta afirmación o, al menos, de matizarla.
Hace 12 años escribía este post que sigue y empezaba a hacerme algunas preguntas. La situación es mucho más preocupante ahora . Algunas de mis reflexiones de entonces (ejemplos o nombres que doy serían distintos hoy. Destacaría sin duda ahora a un Ángel León) no pegan al 100% con la realidad de hoy, pero me pareció interesante, en estos momentos de balance de todo y sobre todo antes de un empezar una nueva etapa, recordar esas preguntas, aun vigentes, sobre nuestro futuro.
Los cocineros tienen que estar en primera fila de esta nueva toma de consciencia general que se va a apoderar de la parte más consciente de nuestras sociedades. Las mentes ya están predispuestas, sin duda condicionadas por el miedo, a escuchar nuevas ideas (también las del odio, pero espero que estas no prosperen…). Hasta hace solo un mes se nos emplazaba a “salvar el planeta”, pero la amenaza parecía aun algo lejana. Pero de golpe, de lo que se trata, es de salvar nuestro propio pellejo. ¿Lo sabremos entender?
(Abril 2020)
Vanguardias, globalización y nuevos “terroirs”.(2008-2009)
¿Territorio o globalización? ¿Tradición o vanguardia? ¿Neococina o Ecococina?
Son preguntas que nos hacemos. Pero ¿son alternativas irreconciliables o existe un espacio para el consenso?
Momento de preguntas y nuevos retos.
Creemos que la cocina en el fututo, y ya lo podemos percibir en muchos restaurantes, irá abandonando algunos de los rasgos más radicales de la llamada “vanguardia”, no para volver hacia una cocina más tradicional, sino para proyectar un nuevo modelo culinario, más integral. Éste recogerá técnicas de la cocina tradicional o de la alta cocina clásica que, en algún momento de esta vorágine revolucionaria, habían sido relegados como signos de un “Antiguo Régimen” culinario condenado al ostracismo.
Construir un nuevo futuro culinario debería exigir paradójicamente una recuperación de la memoria.
Ha llegado tal vez el momento en que la “vanguardia” se tenga que repensar y preguntarse sobre el sentido de una permanente huída hacia adelante. ¿No sería el momento de “recoger”?
Puede que alguna de” las” vanguardias, ya que tiene varias caras, se vaya apagando o pierdan algo de su protagonismo para convertirse únicamente en una corriente dentro del abanico de vías culinarias existentes. Un estilo más, y no la punta de lanza de un devenir culinario ineluctable.
O bien, el término “vanguardia” se irá ampliando hasta adquirir significados, ya no solamente técnico-culinarios sino ético-culinarios, que podría dar otro sentido a la práctica culinaria. Ir hacia adelante debería estar supeditado al diseño de unas utopías culinarias y alimentarias que están aun por definir. ¿Para qué sirve una Alta Cocina de vanguardia? ¿Nos ayuda a comer todos mejor en el futuro ¿Cómo redefinir el concepto del “lujo” culinario?
Los que habrán hecho un seguidismo oportunista y acritico de la mal llamada cocina molecular sin que correspondiese a una reflexión profunda y personal, podrían dentro de muy pocos años aparecer como previsibles y cansinos. De hecho, ya está ocurriendo. Los que imitan a la cocina de vanguardia, difícilmente tendrán derecho a autoproclamarse “vanguardia”. La vanguardia admite difícilmente los duplicados. Más allá de la repetición de los “gestos”, la vanguardia debe implicar una profunda reflexión previa sobre su “sentido”.
Después de la revolución de la texturas, tal vez esté apareciendo una nueva investigación sobre los sabores y sus infinitas combinaciones (maridajes por afinidades moleculares). Ver el último éxito del seminario Food Pairing de Brujas (The Flamish Primitives. 5-1-09 ). Retornar a la cocina como combinaciones de sabores pero sin el empirismo intuitivo de antaño y utilizando los conocimientos de la cocina experimental. Otra nueva vía posible.
Ya hemos hablado en otros momentos de la dificultad para producir un nuevo decálogo preceptivo que defina o encauce manifestaciones tan diversas como las nuevas cocinas de vanguardia que van surgiendo en el mundo. Lo Antiguo, como es lógico, y a veces incluso deseable, se mezcla con lo Nuevo (que no siempre lo es) y un excesivo afán de clasificación y de etiquetado, podría paradójicamente producir más confusión.
Hace 35 años, fijar las normas de la nueva corriente culinaria y ponerle el nombre de “Nouvelle Cuisine” fue, para Henri Gault y Christian Millau, sin duda algo fácil, en un -momento en que Francia decidía, ella sola, los cambios a nivel mundial y en que la Alta Cocina podía representar entonces apenas 200 restaurantes por el mundo.
Pero ahora sabemos, desde la revolución bulliniana, que Francia ya no dirige (al menos sola) los destinos de la Alta Cocina mundial, aunque conserve todavía la gran habilidad de cabalgar sobre las olas y seguir vendiendo su “savoir-faire” y glamour en los cuatro puntos del planeta.
Gracias al nuevo movimiento culinario iniciado desde elBulli, las mismas nociones de Norma y de Centro único han caducado irremediablemente, en beneficio de una visión más liberada e interconectada de la cocina.
Los paradigmas unificadores como los que habían servido para regir el mundo de la cocina occidental desde “El Cocinero Francés” de La Varenne (1651) hasta el decálogo de la Nouvelle Cuisine pasando por Carême y Escoffier ya no son instrumentos operativos para entender la inabarcable diversidad de las “nuevas cocinas”. Y sería un error pensar que ahora le toca a España sustituir a Francia. Adrià no ha entrado en una línea sucesoria para ocupar el “trono” de la alta cocina mundial. A la inversa, ha provocado la eclosión de una nueva Red.
A partir de ahora las preguntas ya no deberían ser ¿qué país lidera la cocina mundial, ni que nombre genérico ponerle? Sino ¿qué sentido tendrá la Alta Cocina en el futuro, que transformación sufrirá, si estará limitada al simple consumo hedonista de unos cuantos o se implicará en una socialización de la excelencia.
Globalización y proximidad
De momento parece que asistimos a dos movimientos aparentemente opuestos. Por un lado, una mundialización de los sabores, de los productos y de las tendencias culinarias. Y por otro lado una recuperación de los valores de territorio.
La vanguardia no es ajena a estas tendencias. La veta de inspiración orientalista que empezó con los primeros viajes de los cocineros de la Nouvelle Cuisine a Japón en los años 70, que continuó influenciando los estilos de Pierre Gagnaire o Olivier Roellinger (“el cocinero de las especias” en los años 90), para culminar en nuestros días con las cocinas de Adriá, Barbot, Sergio Hermann, o de la catalanísima Carme Ruscalleda por citar sólo algunos ejemplos claramente marcados por Oriente, no podrá ser inagotable ni generalizable, pero representa una apertura hacia nuevos universos gustativos.
Este exotismo, representado por la utilización de sabores y técnicas orientales, ha supuesto sin duda una marca de “modernidad” que se irá poco a poco normalizando hasta banalizarse. El gusto oriental impregna cada vez más nuestras cocinas occidentales. Nobu, Tatsuya Wakuda, Jean Georges marcaron tendencia, y los éxitos de Ze Kitchen Gallerie, Diverxo (Madrid) o Dos Palillos (Barcelona) son síntomas de un reequilibro mundial entre Oriente y Occidente, no solamente en lo económico sino también en lo gastronómico. Asia emerge en todos los campos y Tokio ha irrumpido el año pasado, aupado por la mismísima Michelín, en el escenario gastronómico mundial desbancando a Paris como capital histórica de la buena mesa. Este año ha sido el turno de la Michelín Hong-Hong. Y pronto la influencia de lo oriental podría verse complementado por nuevas cocinas emergentes como la peruana o la mejicana. Dos mundos por descubrir.
Pero para entender esta tendencia al retorno identitario y esta reapropiación “progresista” (es decir sin paseísmo) de los valores de producto, terruño y proximidad, es imprescindible analizar, ahora que el periodo es propicio para los balances. ¿Qué hemos realmente hemos aprendido con este movimiento de cocina de vanguardia de los últimos 15 años, surgido en buena parte en España pero que tiene ya sus propias réplicas a través del mundo. Ferran Adriá dice que hará falta toda una generación para sacar rendimiento a todas estas nuevas técnicas creadas por el equipo de elBulli. Pero matiza en alguna de sus entrevistas (1) que “la técnica no es lo más importante. Lo más importante son las elaboraciones” y reconoce que “se ha insistido demasiado y se ha mitificado la técnica”.
Es difícil hacer la exégesis de estas sorprendentes palabras del maestro pero se percibe como un atisbo de autocrítica sobre la imagen “tecnicista” que han podido dar una parte de los cocineros españoles en los foros internacionales. Anuncia al mismo tiempo un paulatino pero próximo “aterrizaje”.
Después de lo que ha sido a veces una simple reproducción de fórmulas técnicas vacías de sentido, llegaría el momento de una utilización más lenta y parsimoniosa de todas ellas. Un uso a partir de un real criterio, de un auténtico discernimiento por parte del cocinero, y no impulsado por la impaciencia en incluir a toda costa “técnicas de moda” en su cocina. Vendría el momento de una técnica igual de operativa de siempre, pero ahora más oculta (nota de ahora abril 2020: igual estaba ya imaginando una propuesta como Enigma)
La alta cocina de vanguardia podría en el futuro frenar su afán de alardes demostrativos, tecnicistas, y a veces fatuos o pedantes, para encauzar sus esfuerzos hacia vías más austeras, más reflexivas dentro de la autenticidad, más democráticas también.
Los sociólogos vaticinan tiempos de madurez, responsabilidad y compromisos después de la efervescencia posmoderna de estos últimos años. Puede que el mundo de la cocina no se escape de esta pequeña llamada al orden.
No se trataría de liquidar una de las características más relevantes de la cocina de vanguardia que es la mirada lúdica sobre los alimentos sino de acabar con el “todo vale”. Y si miramos ahora desde el lado del que “consume”, una buena parte de la clientela neogourmet que acudía estos últimos años al restaurante a “jugar” o a divertirse, parece demostrar una nueva tendencia en, otra vez, querer “comer” y sobretodo en saber lo que se come. Como si la recuperación de lo “tradicional” fuese la señal de un refugio algo neofóbico en una cocina poseedora de un “sentido”, aunque sea en este caso el simple “significado” de pertenecer a un “corpus tradicional de cocina”.
Y esto no contradice que este mismo gourmet, en otro momento, quiera seguir escuchando la “historia” culinaria que el cocinero, al menos el que tenga un discurso personal, le quiera contar. ¡Sí al juego creativo! pero sin frivolidad…
La crisis económica y su repercusión en la clientela de los restaurantes, nos obligarán únicamente a acelerar estas reflexiones, que tarde o temprano, se imponían.
La socialización de la Alta Cocina que acompañó estos pasados años de relativa bonanza económica podría estar sufriendo un frenazo que iría acompañado de una involución ideológica.
La aparición de un nuevo populismo culinario que ha sabido utilizar las soflamas de Santi Santamaría contra la cocina de vanguardia, para salir de la sombra donde se encontraba agazapado, indica que podrían correr malos tiempos para la cocina “progresiva”. Parafraseando al mítico grupo “Golpes Bajos”, se auguran algunos tiempos sombríos para la “lírica culinaria”.
Utilizando demagógicamente los excesos “revolucionarios” que se han podido producir en este último movimiento culinario (recordemos lo que ocurrió con las malas copias de la Nouvelle Cuisine en los años 80), los heraldos de un retorno sin matices al pasado, están dispuestos a conjurarse en la preparación de un “Termidor” (4) del mundo de los pucheros.(felizmente no ocurrió. Solo hubo un reequilibrio. Nota de abril 2020)
Por estos motivos, no se puede dejar el monopolio de la defensa del producto de la tierra, de la cocina sostenible y saludable, de las críticas a las multinacionales agroalimentarias, de la cocina basura, de la lucha contra los transgénicos ni de la conservación de la cocina del sabor a los que quieren volver a una mitológica “cocina de la abuela”.
Estas banderas tienen que ser las de todos. Y así se entiende la presencia de miles de cocineros en el Salón del Gusto Terra Madre de Turín. La cocina de vanguardia tiene también que conducir esta batalla. No sería suficiente que simplemente se mencionara, de paso, la calidad del producto que utiliza. El cocinero creativo es preceptivo cuando marca tendencia en desarrollos técnicos, conceptuales o artísticos pero también debería serlo cuando demuestra sus inquietudes por las producciones sostenibles, el comercio justo o la biodiversidad.
Una militancia por parte del cocinero creativo con estos planteamientos de lo que se podría llamar “ecococina”, conformarían un punto de agarre ideológico para presentar la alta cocina de vanguardia no solamente como un brillante escaparate del virtuosismo técnico y del lujo, sino también como la parte más concienciada de unos nuevos planteamientos alimenticios. En definitiva, un nuevo compromiso ético con la sociedad.
Se trataría de redefinir la función de la vanguardia culinaria, recentrarla hacia planteamientos más inteligibles, integrarla en expresiones culinarias más cercanas al territorio y a una nueva filosofía de la proximidad. Fuera de cualquier paseísmo o efecto-moda, y mirando decididamente hacia el futuro.
Sería la ocasión para que la llamada Alta Cocina, bajase un poco de su altivo pedestal y adquiriese una nueva legitimidad para huir del elitismo y de la frivolidad que le han acompañado a menudo. Es un momento oportuno para ofrecer una nueva cara, más próxima a la gente y así frenar el discurso de la siempre fácil regresión populista.
Los ejemplos no faltan. Desde Rodrigo de la Calle , en Aranjuez, Eneko Atxa en el País Vasco, Oriol Rovira, en Cataluña, hasta Salvatore Tassa en Italia, Jean-Luc Rabanel en Arles o sobretodo Dan Barber en NY (este último auténtico paradigma de la ecococina) son sólo unos ejemplos de esta nueva dimensión de la cocina. Hasta la fecha la mayoría de los cocineros españoles de la “vanguardia” se preocupaban más por el “¿Cómo cocinar?” que por el “Qué cocinar y por qué?”. Puede que estemos presenciando un giro al respeto.(2)
Citaremos otra vez a Ferran Adriá. El genial cocinero ha entendido que el discurso tecnicista no puede estar en primera línea, o al menos no es suficiente, a la hora de proyectar un nuevo modelo culinario para el futuro, para entusiasmar con una nueva utopía. En los últimos años se ha totemizado a la técnica, y la calidad del producto se daba por supuesta. Estamos asistiendo ahora a una paulatina inversión de los términos. “La auténtica revolución no es la ciencia, sino el conocimiento sobre el producto, sobre la ecología, sobre la naturaleza en general.” (1).
En todo caso, la ciencia es la herramienta para ayudar a profundizar en el conocimiento y mejoras colectivas de la cocina y de la alimentación en general, y no para el lucimiento individual o los alardes culinarios superficiales.(En estos días se invoca constantemente a la ciencia, pero para solventar problemas de otro calado… Nota de abril 2020).
Quizá ahora justamente sea el momento de considerar a la técnica y a la tecnología como dadas por supuestas, como siempre lo han sido desde la primera carne asada a la leña hasta la “cocción” por nitrógeno, pasando por la invención de olla presión en 1675 por Denis Papin.
Hacia una nueva visión del producto
Pero tampoco se trataría ahora de convertir el Producto en un nuevo fetiche. Huyamos de cualquier idolatría hacia la pureza de lo natural y no exhortemos al cocinero a que se inhiba ante un “sacrosanto” producto. La cocina es el arte de transformar los alimentos y tiene una parte artística y artificiosa innegables. Pero es a través del producto por donde se materializan y se cruzan las nuevas inquietudes de muchos cocineros de la nueva generación. (“La cocina es el arte de transformar la naturaleza en cultura” como diría el cocinero Jean Bardet.
Cada vez más la personalidad del cocinero /artista se medirá por su virtuosismo en la interpretación de un paisaje. Desde la sublimación de la baya o del tubérculo más humildes hasta el uso respetuoso o parsimonioso del pescado más escaso o de un cerdo bien criado. (la proliferación/banalización de la proteína animal es uno de los graves problemas del planeta. Nota de abril 2020)
En esta obra de la nueva utopía culinaria que se asoma, el cocinero debe compartir el protagonismo con la naturaleza. (3)
Sólo un artículo del manifiesto de la Nueva Cocina Nórdica, (publicado en la revista Apicius (mayo2008)) hace referencia muy lacónicamente a la técnica. El punto 08 reza: “Combinar los mejores métodos y tradiciones culinarias de la cocina nórdica con los avances procedentes del exterior”. Los otros nueve puntos hacen referencia a valores éticos, desarrollo de valores y de identidad, integridad, cocina honesta, cocina basada en buenas materias primas, salud y bienestar, alimentos orgánicos, productos autóctonos, métodos de producción tradicionales, nutrición y alimentación en centros escolares, hospitales o casas de ancianos…Este manifiesto, que configura más unas orientaciones laxas que unas reglas prescriptivas, representa un pequeño zarandeo al egocentrismo de cocinero a quien se invita a posicionarse socialmente. Citemos una última frase de ese manifiesto que podría servir de lema para inspirar un nuevo modelo culinario.
“No todo lo antiguo es necesariamente bueno, ni todos los cambios suponen un progreso”.
—————————————————————————————————-
(1) Revista Sobremesa. Agosto 2008.Estas palabras adquieren más importancia si cabe por ser proferidas por Adrià, el inspirador de la Fundación Alicia (Alimentación y Ciencia) y quien acaba de firmar un acuerdo muy importante con la prestigiosa universidad de Harvard.
(2) Son unos ecoChefs comprometidos con el medioambiente y el desarrollo sostenible.
Término utilizado por la revista italiana Gambero Rosso en su publicación de abril 2008.
(3) Recordemos la moda entusiasta en el siglo XVII por las verduras y los huertos. Primera aproximación de la Alta Cocina a la “dieta saludable” de los vegetales frescos. Pero más recientemente habría que reconocer los planteamientos pioneros de Alice Waters en los Estados Unidos, militante de los productos orgánicos desde más de 30 años.
(4) Termidor: periodo 1794-95 de involución en la Revolución Francesa después de un exceso de radicalidad.
Philippe Regol (2008)
.
Siempre me ha parecido lógico, que las cocinas de hoteles o grandes hoteles fueran llevadas ,por cocineros locales,eso encima ahorraría ese gasto de asesoramiento millonario,pero muchas cadenas de hoteles quieren al cocinero-estrella ,por simple postureo sin hacer en muchas ocasiones ,un análisis de la ciudad o de sus costumbres o idiosincrasia,con el consiguiente fracaso del proyecto,luego finalmente,recurren a ese cocinero local que conoce las particularidades de la ciudad y su entorno,y está digamos,adaptado.Posiblemente, ahora como por ejemplo en mi ciudad,en Sevilla,en la que hay previstas 30 aperturas de hoteles,más los cambios que habrá seguro,en muchos otros ,esto sea ocurra así,en vez de llamar a un cocinero-estrella,de otros lares para hacer “cocina sevillana actualizada”,por poner un ejemplo.Y ojo ,que la aportación de cocineros de otros lugares es siempre interesante,por supuesto,no me gustaría que hubiese un cierto”racismo gastronómico”,eso sería fatal,pero sí que los cocineros locales tuviéramos el protagonismo en esos proyectos,que sin duda ,estamos capacitados para llevar.Por lo demás Philippe,gran reflexión otra vez,mucho ánimo y poco a poco muchos saludos.
Gran comentario tuyo.No es cuestión.de rechazar lo de fuera q se trate de productos , gustos o cocineros estrellas.Libre circulación de todo y de todos! Pero habrá q reequilibrarlo todo en favor de lo local. Ahora a la fuerza…Saludos!
Siempre me ha parecido lógico, que las cocinas de hoteles o grandes hoteles fueran llevadas ,por cocineros locales,eso encima ahorraría ese gasto de asesoramiento millonario,pero muchas cadenas de hoteles quieren al cocinero-estrella ,por simple postureo sin hacer en muchas ocasiones ,un análisis de la ciudad o de sus costumbres o idiosincrasia,con el consiguiente fracaso del proyecto,luego finalmente,recurren a ese cocinero local que conoce las particularidades de la ciudad y su entorno,y está digamos,adaptado.Posiblemente, ahora como por ejemplo en mi ciudad,en Sevilla,en la que hay previstas 30 aperturas de hoteles,más los cambios que habrá seguro,en muchos otros ,esto sea ocurra así,en vez de llamar a un cocinero-estrella,de otros lares para hacer “cocina sevillana actualizada”,por poner un ejemplo.Y ojo ,que la aportación de cocineros de otros lugares es siempre interesante,por supuesto,no me gustaría que hubiese un cierto”racismo gastronómico”,eso sería fatal,pero sí que los cocineros locales tuviéramos el protagonismo en esos proyectos,que sin duda ,estamos capacitados para llevar.Por lo demás Philippe,gran reflexión otra vez,mucho ánimo y muchos saludos.
Hola Daniel, Aun no había visto tu mensaje!
Totalmente de acuerdo contigo. Esto sería una cosa que podría cambiar. Más defender lo local en todos los sentidos. Se ha globalizado lo bueno, pero también lo malo. Cocineros planetarios llevando una cocina de ninguna parte a todas partes…
Pingback: ¿La fiesta terminó? | Observación Gastronómica 2
Hola Philippe,
sabes si TODOS LOS RESTAURANTES DEL MUNDO están cerrados?
Gracias
Hola! Creo que no! En Asia ha reabierto. En Suecia ni han cerrado, creo.