En mi última noche en Madrid, el martes pasado, tenía reservado en La Buena Vida. Fueron muchas las personas que me iban recomendando, desde hace años, este bistró discreto , situado en una pequeña calle a 200m del paseo Recoletos.
Carlos Torres, dejó su trabajo de economista (o ejecutivo) para dedicarse en cuerpo y alma a la cocina, mientras su esposa , Elisa Rodríguez se ocuparía de la sala y de la bodega . Y ocuparse de la mejor manera : supo entender que, después de mis tres días comiendo y cenando, lo que más me apetecía era probar algo de la carta , pero en medias raciones.
Además supo encontrar enseguida el tipo de vino que buscaba, lo que siempre es de agradecer.
Empecé sin apetito pero, al final, me hubiera comido un par de platos más. Buena señal.
Ya sé que una de las especialidades de la casa son los platos de caza, pero había tomada mi decisión de cenar “ligero”.
Una sopita de pescado excelente, hasta ligeramente picantita, con su gamba fresca y sus tropezones de pescado cocidos por el propio calor del untuoso caldo.
Alcachofas al horno, cocción más fundente que crocante, con guisito de tripas de bacalao, tal vez excesivamente desaladas.
Y patatas a la Importancia con rape, otra de las especialidades de la casa.
De postre una tatin, que por el reblandecimiento de la masa, se había quedado más una simple pero agradable manzana, entre compotada y caramelizada. Era esto o una tarta de queso. Una propuesta dulce algo escueta.
Un detalle que tiene su importancia: el excelente pan elaborado en la casa, con levadura madre.
Precios contenidos, muy correctos. Un sitio al cual volvería .
LA BUENA VIDA
Madrid