Es ya la tercera vez que visito esta casa y no me canso. Es el Bibent de Toulouse, una antigua cafetería que frecuentaba en los años en los que estudiaba Hispánicas en esta ciudad. Un local inmerso entonces en una lánguida decadencia , pero que ha sido felizmente recuperado por Christian Constant, ex chef 2 estrellas del Crillon en los años 90.
Ahora se cena bajo los techos Belle Époque, de un valor pictórico sin duda más que dudoso, pero de innegable encanto. Hay incluso, en algunas de las paredes, unos toques pretendidamente “modernos” como estas ya insoportables e ubicuas mesas altas. Aberración mobiliaria indefendible que habrá caracterizada esta primera década del siglo XXI y que espera aun un análisis por parte de los críticos del ramo, ya que los propios interioristas son incapaces de dar ninguna respuesta cuando se les interroga sobre este tema. Risas huidizas, balbuceos tautológicos (“Sí. Es tendencia. Se encuentran en todas partes”). Sólo les falta invocar, en defensa de esta absurda elevación de 30 cm del suelo, la aproximación del alma del cliente a Dios…
Bromas aparte, es una delicia comer en esta casa (en verano, en la terraza que da a la hermosa plaza del Capitolio).
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La carta es una mezcla de cocina burguesa, con platos tradicionales y algunos pequeños toques contemporáneos. Total una mezcla entre la cual se encuentran tapitas para compartir en medias o raciones enteras como los típicos huevos mimosas con el sabor punzante de la mostaza de Dijón en la mahonesa (¿por qué no se pone mostaza a la maho en nuestro país? Otra pregunta sin respuesta…). Tartar de ostra y salmón marinado. Muy buen pâté de campaña. O las espectaculares patatas rellenas de pie de cerdo. Un monumento de sabor que no me canso de pedir. ¡La próxima vez en ración entera!
Reconozco que con esta cocina, me puedo volver algo rutinario. Volví a pedir el hígado de ternera lechal acompañado de un simple pero delicioso puré de patata y mi acompañante se atrevió con el rústico y contundente cassoulet, gran especialidad de Toulouse y de la ciudad vecina, Castelnaudary: una cazuela (de ahí su nombre, claro) de judías con butifarra de Toulouse, confit de pato y de cerdo. Se hornea con pan rallado y cada X tiempo se remueve para volver a hornear con pan rallado y volver a gratinar. Este cassoulet del Bibent estaba bueno, aunque resultase al final algo fuerte de sabor (¿o de sal?).
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Fresas con mascarpone ( parece que las simples fresas con nata ya están como superadas. Con mascarpone es mucho más “moderno” claro). Trocitos ( en francés “ éclats” también queda más guay) de nougatine. Muy buenas.
En cambio la mousse de chocolate fallaba .Buena textura pero sabor de chocolate terroso (como “ a la piedra”).
135 € para 2 personas con 4 copas de vino, agua y cafés.
LE BIBENT
Abierto cada día.
TUITER : @PhilippeRegol
Lo de las mesas altas yo veo claro que es otro sintoma más de informalidad, tendencia que lo arrasa todo, y que está conectada, por alguno de sus lados, con la dictadura de la juventud. Es incómodo, pero se acerca a comer de pie, como se hace con el tapeo de siempre. Y a la mayoría de adolescentes no les gusta “sentarse a comer”
De acuerdo con la informalidad que al fin y al cabo se relaciona con la comodidad (huir de los molestos) formalismos pero las mesas altas no tienen sentidos. Muchos de los jóvenes van a sitio gastronómicamente poco relevantes. Allí me da igual que coman de pie, sentados o haciendo el pino puente, pero en locales mínimamente gastronómicos, se debería exigir COMODIDAD. Hacer más incómodo el asiento, lo hace aparecer más “joven”?
Estuve en Le Bibent hace poco menos de un mes, siguiendo la anterior sugerencia de este blog. Encontré la cocina poco interesante: en la carta ningún plato cautiva, y los 8 platos escogidos por mi mesa más los postres estaban todos correctos pero sin destacar. Además, sospecho que todo está pre-preparado y calentado al momento.
En todo caso, lo más notable es el servicio distante, tirando a arrogante, y el hecho que ningún camarero hable nada que no sea francés: ni español, ni inglés, ni italiano…
E cambio, grandioso en Toulouse Chez Navarre, en 49 Grande Rue Nazareth. Restaurante muy original, donde te sientes en casa del chef, que es muy amable y cocina platos clásicos y délicieux
Ahí queda dicho! Gracias por el consejo. (De acuerdo con el servicio).