Jordi Vilà en el nuevo proyecto de la Moritz en el Centro Cultural del Born
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Barcelona acaba de inaugurar el nuevo espacio del Mercat del Born. Este edificio a caballo entre el modernismo y las grandes estructuras de hierro que empezaron a aparecer en Europa, al final del siglo XIX. Fue la sede del mercado central de Barcelona hasta el año 1971, fecha en la cual se trasladó a Mercabarna. Pero bien avanzados los 80, en muchas cocinas de Barcelona, lo recuerdo perfectamente, aun nos estábamos refiriendo a las frutas y verduras como “ el Born”. “Pedir el Borne, guardar el Borne en las neveras” etc etc.
Han sido largas décadas de espera y de indecisiones hasta que se decidió hacer de este espacio un centro cultural que recordara la época la guerra de Sucesión y los acontecimientos que aquí se desarrollaron. Un lugar y unas fechas de mucha carga simbólica y emocional para una mayoría de catalanes. Y en estos últimos meses más que nunca.
Este proyecto recibió muchas críticas por su lentitud, por su presupuesto, por las molestias de las obras para los vecinos etc. Todas sin duda justificadas, aunque aparecieran muchos imprevistos, como el descubrimiento de unos vestigios arqueológicos importantes que obligaron a repensar el proyecto. Pero creo que lo esencial es que se haya conservado este magnífico edificio de la arquitectura industrial. Recuerdo, que siendo aun estudiante en el país vecino, la “civilizada Francia” y su gobierno de entonces de Giscard d’Estaing, entregaron todas los impresionantes pabellones decimonónicos de Les Halles Baltard a la voracidad de las constructoras de entonces que hicieron de esta zona un páramo desarrollista hoy completamente desangelado…
Así que hay que alegrarse por el resultado conseguido en el Born. Que toda la zona sea un parque temático gastro-arquitectónico para turista es un mal menor en comparación con la anécdota parisina que acabo de mencionar.
Jordi Vilà y Albert Castellón, director de Moritz en el centro, con la nueva cerveza al jengibre.
La parte gastro justamente del edificio, la gestiona Moritz y la conduce evidentemente el cocinero Jordi Vilà (Alkimia, Vivanda, Fábrica Moritz, El Velódromo y dentro de unos meses o semanas La Brasserie, en los sótanos del edificio de la Ronda Sant Antoni). Este último restaurante se ha retrasado un poco por culpa de este nuevo proyecto sobrevenido: El 300 del Born. Un vasto espacio que hará función de la típica cafetería de los museos pero con bastante más oferta culinarias, a pesar de la falta de instalaciones apropiadas para este comedido. La cosa se soluciona a base de mucha propuesta fría como empedrats, esqueixadas, cocas de recapte de Cardona, escabeches, ensaladas pero también de muy buenos platillos como callos, sepias con albóndigas o goulash. No pueden faltar los canelones Rossini (legado de los cocineros italianos que se instalaron masivamente en la ciudad al final del sigo XIX) y enfocados de cara a los niños.
Los platos llevan nombres históricos como platillo Villarroel, asado del bastión de Santa Clara, pastel de Santa Eulalia (la primera patrona de la ciudad). Bravas Felipe V (extra picantes).Guiños a la historia pero también al presente y a la situación político-emocional que vive la ciudad en estos últimos tiempos. Divertida la coca de Gibraltar con York y Cheddar…
Los precios son los habituales (entre 4 y 12 €). Seguramente más económicos que en cualquier museo europeo, y sobretodo con una propuesta mucho más original.
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Arengada con uvas (. Esqueixada (9 €).Coca de sardina. Gulash. Platillo del Malcuinat (Tripa con butifarra negra, 7,5 €). Tiramisú a la catalana con melindros y vino de Banyuls (6,5 €).
Pan de Triticum. El blanco de “aristócrata francés” y el negro del “sitio de los catalanes”.
TWITTER : @PhilippeRegol