En diciembre hará 3 años que Vidal Gravalosa ha abierto su pequeño restaurante en Poble Nou. Es la segunda vez que me acerco a este barrio en un par de semanas. Pero esta vez el local se sitúa en la calle Pere IV , entre la encantadora Rambla y la Diagonal, justo a 100 metros del espectacular hotel Me y de su afamado Dos Cielos.
A la hora en que los grandes chefs hacen tapitas y montan tabernas, una joven generación de cocineros sigue creyendo aun en una cierta cocina de la elegancia, bien servida , en buena vajilla y manteles de algodón. Eso sí, a precios totalmente bistronómicos, accesibles a un público que no se podrán pagar la cocina de un dos estrellas, pero que sabe reconocer y disfrutar con la calidad gastronómica .
La Forquilla tiene este encanto de la cocina sincera, cosida a mano, por su único artífice, sólo con un “pica” en su minúscula cocina de menos 8 m2. Hay brigadas de cocina en las que se le encarga a una persona colocar con unas pinzas las flores en los platos, y las hay en las que el cocinero es a la vez taller de creación, encargado de compras, cocinero, pastelero y pinche. Y encima, y después de interminables horas diarias de trabajo, éste llega justo a fin de mes, aguantando por pasión hacia su oficio.
Es el caso de Vidal ,( hijo del propietario-cocinero de Casa Julio en Nou Barris) quien , después de estudios de hostelería y de varios stages en restaurantes como El Celler o Lasarte, ha conseguido montar su propio restaurante en una periferia algo más glamurosa que la zona de la casa paterna. Rodeado de hoteles como el Me, Four Points Sheraton, Ibis Glorias etc, La Forquilla se encuentra en el emplazamiento ideal para que cualquier huésped de estos hoteles, mínimamente curioso, se acerque para probar esta cocina.
No contemos sobre los empleados de los hoteles para facilitar de una manera desinteresada este tipo de información a los clientes de estos hoteles. En este mundillo se ve que hay que pasar por caja, previamente a cualquier recomendación…
Una pena porque la cocina de Vidal merece realmente la pena. Buen producto, buenas elaboraciones, sencillas pero sabrosas. Postres agradables . Y en la sala el servicio personal, atento y cercano del brazo derecho del cocinero (que se acordaba de haberme atendido hace unos años en La Mar Salada), Antonio Lara.
Una carta con 6 entrantes, 4 pescados (con un arroz), 4 carnes, 4 postres y unos menús. De martes a viernes, el de mediodía a 16 €+Iva (siempre es mejor incluirlo en el precio) y cada día un menú a 30€ con pan y bebida incluidos) y un degustación con dos tapas, 6 platitos y dos postres a 45 €).
Esto se llama honradez.
Desde el primer bocado disfruté con el nugget de pollo de corral macerado en soja y naranja, servido con una mahonesa de parmesano y pimienta.
Luego me relamí con la almeja a la marinera. ¡Qué cocción y qué sabrosa finura en la salsa!
Ensalada de cigalita sobre queso brie y un bouquet de hojas de roble y fresones al vinagre de cabernet. Inevitablemente se disfruta en un par de bocado de la cigala y luego de la ensalada.
Ostra (de un buen tamaño) con mahonesa de lima y espuma de cava Odisea . Ésta última en exceso, ya que conservaba toda su acidez vinosa.
Fuera del menú, Vidal me hace probar la terrina de foie-gras. Excelente y discretamente acompañada con toques de diversas condimentación: la acidez de la fruta de la pasión, fresca y liofilizada y reducción aun viva de vino tinto.
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Crema de tomate con gamba roja, brunoise de tomate y aire de menta. Muy buena.
En este caso creo que es mejor 3 o 4 gambas pequeñas que una grande, para poder repartir mejor los bocados. Incluso el aire de menta podría tapar toda la superficie de la sopa.
Perfecto el arroz de espardeñas y papada crujiente. Sabor, cocción del grano y cocción de la holoturia.(Existe también en ración en la carta, tanto éste de espardeñas como el de gambas de la costa).
Pescado de lonja (dentón) con polvo de oliva negra, salsa de yogur y citronela, endibias y naranja (testimonial). Bueno, pero se facilitaría el trabajo del comensal al acercar los ingredientes los unos de los otros. Con la integración de los ingredientes, el “mensaje” culinario (por llamarlo de una manera) se recibe mejor por parte del comensal.
Pie de cerdo crujiente con puré de zanahoria (¿un poco de comino o ras el ranout? También un poco más de puré…), sofrito de morcilla y algo de salsa a la pimienta (demasiado poca también…). Todo estaba muy rico. Tal vez el pie crujiente sólo al unilateral dejaría un poco más de protagonismo a su textura melosa .
Lamentaba la poca salsa por la imposibilidad de mojar el excelente pan de Baluart (Barceloneta). Si los cocineros no empiezan a pensar platos bien salseados o guisos para sus menús, el sentido del pan se irá perdiendo con este tipo de cocina…
“Locura de colores”. Nombre un poco hiperbólico para nombrar una agradable sopa de sandía con crumble de chocolate, sorbete de manzana verde, cascara de naranja confitada, lima osmotizada y mango liofilizado. Muy buena pero jugaría al 100% la carta de lo refrescante, quitando el crumble, mezclando menta a la sandía etc…
Excelente el “Juego de Texturas” (en el fondo en cocina, qué más qué menos, todo es un juego de texturas y de sabores…) Espuma de chocolate blanco, crema de chocolate con leche, teja de chocolate negro (poco negra), inglesa al jengibre (el hilo conductor del plato que marca la diferencia), helado de café y gelatina de coco (demasiado gelatinizada). Un postre delicioso y muy equilibrado que sale milagrosamente de estas minúsculas instalaciones de cocina…
Y si fuera poco, Vidal tiene tiempo de hacer 4 “petits”: melón impregnado en caipiriña, macaron de trufa y frambuesa, pâte de fruit de pasión y choco con leche y los inevitables peta-zetas…
Empieza a ser hora de que el público barcelonés salga un poco de los restaurantes fashion del Ensanche y se atreva a conocer estas pequeñas propuestas no menos atractivas por ser algo periféricas. A 50 metros están las terrazas de la Rambla de Poble nou para tomar el vermut o la copa. Ya que hemos perdido definitivamente La Rambla del Casco Viejo, es el momento de recuperar este paseo con encanto.
Un posible Bib Gourmand
LA FORQUILLA
C/ Pere IV nº 210
93 300 79 80
Domingo y lunes cerrado.
La Rambla de Poble Nou es la mejor de Barcelona. La única que mantiene el encanto de lo que debe de ser una rambla popular al servicio del vecindario.
Si! A mi me encanta!
Gracias por este post, que me descubre un restaurante totalmente desconocido y de muy buena pinta (y precio). A propósito del comentario sobre el pan, te doy la razón al 100%. En la cultura mediterránea es esencial el acompañamiento del pan, y creo que eso no debe estar reñido con las nuevas técnicas culinarias. No hace falta que cada plato de un menú degustación merezca acompañárse de pan, pero sí algunos “platos fuertes” que casi lo piden a gritos, y ahí la salsa ha de ser suficiente en cantidad y jugosidad.
En los menús con servicio de quesos, me parece absurdo que quieran sacarte el pan y cambiarlo por tostaditas. Les tuve que decir en Capritx que ni se les ocurriera sacar ese exquisito pan de la mesa, que yo guardaba en parte para el buen surtido de quesos catalanes.
El pan de Turull es ideal para acompañar toda la comida de Capritx!
Tampoco me gusta que me cambien el pan para el queso.(suelen ofrecer el de nueces y orejones que no me entusiasman).
Platos salseados, guisos y quesos son la única manera de poder disfrutar de los buenos panes en los menús, si exceptuamos los dos tres bocados que devoramos al principio con el aceite o la mantequilla que se suele servir.Después ni se toca , a veces.
Por cierto, y ya que lo dices, me encanta que los menús largos comiencen con el aceite crudo en plato y mojando pan. Tiene un no-se-qué de desacralización justo antes de empezar con el ritual, y no deja de ser una forma de realzar el papel del pan. Quizá a algunos les parezca un gesto vacío, pero a mí me encanta.
Este libro nos viene como anillo al dedo:
http://www.acantilado.es/catalogo/nuestro-pan-de-cada-di%ef%bf%bda-641.htm