LA ALTA COCINA DEL LUSO-AUSTRIACO DIETER KOSCHINA


Como en Cala Montjoi, también en Albufeira cayeron las estrellas, aunque la tercera queda aun por llegar. Y después de la cena-banquete servida para 90 personas y con todas las dificultades que ello comporta, tengo la impresión que este restaurante se podría convertir en el primer “tres estrellas” portugués.
Evidentemente Vila Joya es, como lo señalaba anteriormente, una “colonia”, como las de Paul Schiff en Marbella hace 30 años o la de Joaquim Koerper que también consiguió en los 80 y 90 las 2 estrellas en Moraira con su Girasol. (Por cierto, este cocinero ha ido a recalar a Lisboa con su restaurante Eleven, que así se llama por pertenecer a once socios). Parece que la gastronomía portuguesa no acaba de encontrar del todo su propia vía ( nacional ) hacia la alta gastronomía. Una de mi curiosidad es justamente hacer una visita a Tavares donde oficia José Avillez, joven promesa de esta alta cocina autóctona que emerge y considerado este último año como el mejor restaurante y cocinero respectivamente de Portugal.
Pero hoy hablaremos del segundo restaurante de esta lista y del sexto mejor cocinero de Portugal según la opinión de 31 profesionales de la hostelería y del periodismo del país vecino (Ver el blog Mesa Marcada, enlace que descubrí gracias al Gourmet de Provincias).
Lo dije en el post anterior. Sorprende en el menú que degusté el viernes pasado en Vila Joya esta mezcla de aperitivos bullinianos con el resto del menú perfectamente ortodoxo dentro de un clasicismo centroeuropeo técnicamente impecable y rabiosamente moderno en la concepción de los platos. Un estilo profesional que no sería sin recordar la gran época de un Gerard Schwaiger, el cocinero del Tristan de Mallorca, recientemente castigado por la guía Roja.
Koschina será sin duda un advenedizo en el mundo culinario “molecular” pero hay que reconocer que todas sus elaboraciones de estirpe “vanguardistas” están, como las del resto del menú, perfectamente ejecutadas.
Esferificación de aceituna, servida en cuchara, por la dificultad del servicio de banquete, marshmallow de trufa y parmesano, “macarrón” de salmón, tempura de huevas de trucha
y “dentelle” de parmesano
se codean sin complejos con unos más clásicos grissini con wagyu ahumado (Ducasse lo hacía en el Louis XV con jamón de Parma)o un rigattoni relleno de mousse de atún.
¿Es lícito usar estas técnicas bullinianas? Evidentemente que sí.
Lo único reprobable sería que fueran mal ejecutadas,( y en este caso las elaboraciones estaban perfectas), que el cocinero se las diese de” vanguardista”, cuando no es productor de nuevas técnicas sino simple “reproductor”, o que estas mismas técnicas se presentaran impúdicamente en algún congreso de cocina, ( lo que ha sido el caso frecuentemente). Ninguna de estas circunstancias se da en el caso de Koschina, un personaje bastante campechano y relativamente desconocido en el mundo culinario español.
Después de los aperitivos, habrá que esperar el tercer postre con una espuma de haba tonka para reencontrarnos con la técnica bulliniana más “socializada” de todas.
Mientras tanto irán desfilando platos marcados por esta mezcla de clasicismo y de modernidad (o si se quiere de Nouvelle Cuisine actualizada) en que el producto representa el centro del plato. Único desliz al respeto, la pieza de vaca, de textura algo pastosa.




El “sot l’y laisse” es esta nuez de carne que encierra una cavidad ósea de la carcasa del pollo, cercana a la cola. En antiguo francés significa “el tonto lo deja”, lo que deja imaginar la finura de esta carne, a menudo injustamente ignorada.


Los postres me dieron motivos de alegría. Los lectores de este blog saben de mi resignada desesperación cuando llega el epílogo de los menús degustación.


Incluso el tercer postre que llegó con los petits fours y , como es debido, con suficiente antelación respeto al café, me gustó mucho :



Panes (y bollería del hotel en general) excelentes con una focaccia excepcional. Pequeñas críticas : las sillas, cuya forma era más adecuada a la degustación de una copa en una terraza. La poca iluminación de las mesas. Y la música del disc jockey, poco apropiada, al menos tan fuerte, para una velada gastronómica.


Menús de 75 y 155 €
Carta.
VILA JOYA
8201-902
Urbanização Praia da Galé
Albufeira (+351) 289591795
Esta es un poco la contradicción en la cual nos movemos algunos que amamos profundamente la cocina y la gastronomía. Su frecuente asociación con el lujo mientras las necesidades básicas de millones de personas y de niños no están cubiertas. Reconozco que no tengo respuesta….

Tu último párrafo, en rojo, fue en su día una “piedra” en mi estómago, justo cuando dejé el anterior blog.
Difícil escribir estos días y encender la televisión.
La vida sigue y, como dicen las crónicas, los cruceros de lujo y las mansiones de los ricos han sufrido poco: los cruceros siguen fondeando en la costa y las casas de la gente “bien”, siguen en pie.
Un abrazo
Interesante reflexión esta última, pero ¿los amantes de la gastronomía y vinos tenemos que sentirnos especialmente culpables?. Yo creo que no y por supuesto no más que otras personas que se gastan su dinero en otras aficiones distintas y que finalmente todas hacen que la economía se mueva.
Precisamente esa dificultad de la cocina en Portugal para encontrar su identidad a la que aludes en el texto es un tema del que vengo hablando desde hace un tiempo y que me resulta sorprendente, especialmente en el norte, ya que al menos en Lisboa tiene el Tavares, Eleven y hasta un Vitor Sobral que no acaba de encontrar su sitio. Sin embargo, y hablando desde una visión foránea y seguramente superficial, el resto del país da la sensación de moverse mayoritariamente entre un restaurante de corte “cool” y línea culinaria difusa (ese gusto por lo pan-asiático como colmo de la modernidad que aquí vivimos, sobre todo en Madrid, hace tres o cuatro años) y esas colonias a las que aludes. Por suerte, parece que poco a poco van emergiendo lugares con una propuesta propia e interesante: el mencionado Tavares, Casa da Calçada…
En cuanto al último párrafo, estoy absolutamente de acuerdo.
Jorge. Son sólo unos comentarios que hago desde la ignorancia ya que no pisaba Portugal gastronómicamente hablando desde hace casi 25 años. Estuve entonces en Casa de Comida, Conventual, Taveres etc que ya tenían su estrella michelin.
Lo del Sur, sin realmentes todos colonias, alemanas, austriacas, francesas…
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