Un domingo a la noche de la semana pasada, después del teatro, me parecía que una visita a la Coupole era una buena idea. La última vez debía remontarse a 20 años y no me acordaba de su nivel gastronómico. Imaginaba platos de gran Brasserie y su ambiente con encanto correspondiente, con las soberbias columnas “art déco”, los camareros flambeando piezas de carne y todo su bullicio. Algo queda de todo esto…
Se va sobre todo a La Coupole para pisar un lugar frecuentado por toda la intellingentzia de los años 20-30 , los pintores de Montparnasse o el ubicuo e inevitable Ernest Hemingway . Lo que llamaría el efecto Woody Allen en Midnight in Paris. Esta ciudad está llena de estos sitios cargados de historia en los que el marco y los estímulos del pasado a nuestra imaginación suplen, a veces, la inanidad, en este caso gastronómica, del presente.
Los parisinos solo acuden a estos sitios cuando se celebra un cumpleaños o cuando quieren acompañar visitas de fuera de la capital o del extranjero. Ellos prefieren Le Servan, Le Clown, Le Châteubriand, Le Verre Volé o Tommy &Co.
Pero un cumpleaños en La Coupole, como pude comprobarlo la otra noche, es todo un espectáculo: se baja la luz , suena la canción ad hoc, los camareros sacan en volandas como una enorme tarta fake que acompañan, tal un carro egipcio y en medio de bengalas , hasta la mesa del afortunado . Jean Paul Sarte y Simone de Beauvoir, también asiduos pero aquellos años dorados, estarían encantado de ver cómo ha evolucionada la casa…
Pero quise hacer de guiri, quería disfrutar del lugar y arriesgarme a pagar las consecuencias de mis actos. También lo hice un par de días después con el Bouillon Pigalle (1500 comensales al día, sin el glamur del decorado y varios grados más abajo hacia los infiernos de la gastronomía…Aun no sé si me atreveré a contar aquí esta nefasta experiencia).
Huevos mimosa con trufa de verano
Pregunté inocentemente si se trataba de aceite de trufa. La respuesta fue negativa. Pero la realidad es que muy probablemente sí que lo llevaba. Mahonesa, mazacote, sosa y picatostes bailando en el plato. Y no es difícil hacer de este entrante muy queridos por los franceses algo simplemente digno.
“Frescor de cangrejo con lima”
Comestible.
Raviolo de bogavante
(uno de los clásicos de la casa): tres trozos de bogavantes secos, y un fondo de pasta (no llegaba ni a “raviolo aperto”) casi puré con una salsa americana sin interés y guisantes (frescos o congelados, es lo de menos) gordos como garbanzos y duros como perdigones. Mis vecinas de la mesa de al lado, que llevaban ya algún que otro cóctel después de una botella de vino, me comentaron eufóricas que les había encantado. Uno de los ejemplos, comprobados en estos 7 días en París, que el buen gusto gastronómico no forma parte por genética infusa del ADN de los franceses, como se ha dejado hacer entender algunas veces. Creo que , al revés el criterio de buena parte de las nuevas generaciones de ese país va a menos, pero es solo una impresión y no tengo más datos “estadísticos ” que mis múltiples visitas a restaurantes de alta o baja gastronomía, y ver como el público de a pie que me rodea se lo come todo sin rechistar.
Probé el raviolo, comprobé la sequedad del marisco y la textura (involuntariamente “mochi” de la pasta) y lo devolví.
Intentando esquivar riesgos, pedí una olla de
mejillones al Chablis con patatas fritas
El plato nacional belga por excelencia .
Mejillones correctos. Lo mejor, el caldo resultante del jugo de cocción, del vino y de un poco de crema . Me lo hubiera bebido como un agradable consomé. Las patatas estaban fritas desde hacía al menos una hora e imaginé los cocineros, a las 23h30, con las prisas en marchar, recibiendo una comanda de un cliente que les había devuelto su incomestible plato de bogavante a 30€…
De postre, elegí
babá al ron
para no provocar una rebelión en cocina en el caso de que pidiera las crêpes Suzette que me tentaban. Otra vez la sequedad . La botella de ron que te dejan en la mesa para que lo empapes a tu gusto no me sirve. El babá tiene que llegar a la mesa YA empapado de un ligero almíbar mezclado con ron. El ron que se ofrece en la mesa , solo está para rectificar el emborrachado, como el salero en la mesa no está para salar los platos, sino para rectificar su condimentación.
En resumen: una visita a La Coupole tiene su encanto al nivel artístico o turístico pero no gastronómico.
LA COUPOLE
París
Abierto cada día y a cualquier hora
Entiendo que tendrás que ir a París por tema de negocios, porque a comer , no creo que vayas, aún sabiendo que hay sitios que merecen la pena, estos son un despropósito ……
Me gusta visitar todo tipo de rtes y hablar de ello.Forman parte de la realidad .
Era los rtes del fin de semana, Si me sigues en tuiter verás que aparecen a partir de el lunes rtes de 3, 2 y 1 *.
Por si no lo conoces, yo estuve el otro dia en Vivant, en el 2eme, una barra incomoda, mal iluminada y con un servicio antipatico, pero mucho nivel gastronomico.
Acabo de ver las fotos en Internet, y pinta bastante bien. Me recuerda un poco Le Clown, hasta en la decoración.