MERCADER, PLA Y LA CABEZA DE TERNERA RAVIGOTE
Vista desde la habitación
La terraza y parte del jardín
La entrada
Josep Mercader a la izquierda y Jaume Subirós
Josep Mercader y Josep Pla
La fiesta de aniversario
El salón
Desde mi mesa
Pero hay cosas que perduran de tal manera que hasta podrían llamarse cincuenta años más tarde “vanguardia”, como esa espina frita de anchoa, evidentemente del cercano pueblo La Escala, justo al lado. Ejemplo de cocina del aprovechamiento tan ligada a una post guerra aun no muy lejana entonces, como al tópico catalán bien conocido del cual se ha abusado mucho. Hoy esta simple espina lavada, sumergida unas horas en leche, secada, ligeramente enharinada y frita adquiere status de “vanguardista” en los aperitivos del Celler de Can Roca, casa donde se le rinde homenaje, y de influencia nipona, tan de moda últimamente.
Una pena que ayer no la pudiera recordar, yo quien tantas veces la cociné a principio de los años 80, sin saber siquiera quien era su creador.
Jaume Subirós, el yerno de Mercader, él que cogió su relevo después de su muerte prematura en el 1979, debería apostar más por la recuperación nostálgica del lugar y de su cocina. Nuestra memoria colectiva se lo merece. Hace unos meses se hizo la fiesta de aniversario con la presencia de Carme Ruscalleda, Elena Arzak, Joan Roca, Ferran Adriá. Todos concientes sin duda de lo que representa este lugar. Detrás de estas construcciones de aspecto arquitectónico desarrollista se esconden décadas de alta cocina, sobretodo en un momento en que sus ejemplos no eran tan frecuentes. Aun queda una pequeña exposición de fotos sobre la historia de la casa.
Los primeros turistas franceses o alemanes de camino hacia la Costa Brava hacían “parada y fonda” en esta casa simulando los gourmets europeos que en las mismas fechas se detenían en Alexandre Dumaine, Fernand Point o Pic, a lo largo de la famosa “Nacional 7”, camino de la Costa Azul.
El Motel y su cocina era un poco como un oasis, un ejemplo de “aperturismo culinario” en medio del franquismo rancio imperante.
Ayer noche, estos turistas aun estaban cenando en la terraza que da al jardín. Tal vez, por la edad que aparentaban, eran los mismos. El maître (joven) les atendía muy profesionalmente en francés, inglés y hasta un poco en alemán mientras los camareros (menos jóvenes y de andares cansinos) rompían su tedio con algún ameno chascarrillo.
Sólo me faltaba en algún rincón de esta terraza la figura de Josep Pla con su boina hundida en la frente y su cigarrillo caído pegado a su labio. El espíritu del que fue el amigo y confidente, gastronómico y vital, de Mercader se pasea aun según lo que escribe Miquel Berga, por estos salones vintage.
¿”El que hem menjat”? (Lo que hemos comido) como diría el de Llofriu:
Es evidentemente lo de menos cuando se visita esta casa pero tengo que decir que no cené mal en absoluto. La estrella se fue hace unos años, pero ¿qué importa? Aquí nadie pretende estar en esta carrera. Se degustan recuerdos que van más allá de las calificaciones de las guías. Sólo el Anuario de la Comunidad Valenciana de Antonio Vergara le hace una merecida valoración sentimental, más que gastronómica, sin duda.
Con aquella temperatura inmejorable, era el sitio y el momento ideales para una larga sobremesa. Pero no la hubo…
Mejor 1 pan pero bueno (Triticum, Fermentus, Trinitat…)
HOTEL EMPORDÀ
Av. Salvador Dalí nº 170
Figueres
http://www.hotelemporda.com/