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MAPA DE LOS SONIDOS DE TOKIO (Isabel Coixet).

Acabo de ver Map of the Sounds of Tokio, la última película de Isabel Coixet.
Aun estoy sin entender la frase de la directora publicada en un artículo de El País donde declara, orgullosa:
Ferran Adriá me ha dicho que es una película donde mejor se muestra el mundo de la cocina”. A veces se le atribuye al cocinero unas frases que no ha dicho o que ha formulado de otra manera. Este podría ser el caso.
No entiendo como la recurrente ingesta mecánica de “moshi” (pasta glutinosa de arroz rellena de fresa) por parte de la protagonista como las dos cenas donde esta vez los dos comen con la misma apatía dos boles de “ramen”(caldo con fideos), pueden representar un interés gastronómico cualquiera. Los únicos comentarios intercambiados entre ellos, se refieren únicamente a la conveniencia de proferir ruido o no al ingerirlos. Buena costumbre en Japón, de mala educación en España como lo precisa David, el comerciante en vinos,interpretado por Sergi López.
Justamente las escenas rodadas en la “Viniteca Vinidiana” tampoco profundizan mucho en el mundo del vino (tal vez no era necesario tampoco que así fuera…).
La película arranca con una comida de negocios entre ejecutivos donde la performance consiste en degustar “sushi” repartidos estratégicamente encima del cuerpo desnudo de unas mujeres.
Creo haber visto esta misma “collonada” (bobada en catalán , ya conocen la traducción) hace algunos años en la Televisión Catalana, esta vez también con hombres…
Es cierto que las comidas son uno de los hilos conductores de la película pero sólo en forma de nota de fondo, no como ingredientes protagonistas del guión como fue el caso de Comer, Beber y Amar, El Festín de Babette o la deliciosa Ratatouille.
Pero lo más grave es que esta presencia anodina, decorativa y anecdótica de la cocina en este film, no es más que una carencia más en el propio guión general donde la historia no consigue en ningún momento conmocionar al espectador.
En Map of the Sound of Tokio, los personajes follan y se matan con la misma frialdad con la que comen los fideos, y eso antes nuestra propia indiferencia.
La historia no mejora con el epílogo. Después del episodio trágico, se cierra el paréntesis japonés y se vuelve a la tranquilidad familiar, rutinaria y burguesa de una vida en el Eixample barcelonés.
La guinda previsible. David (Sergi López) , a su retorno a Barcelona, instala una tienda de productos japoneses y no deja de acordarse ni un momento de Ryu, una de las victimas de la tragedia. De hecho parece que lo suyo es acordarse con nostalgia de sus respectivas relaciones anteriores mientras “putea”, de alguna manera, a la actual de turno.
Aun así quedan algunos bonitos planos de la ciudad de Tokio, un esmero particular por parte de Coixet por enmarcar la historia en un envoltorio estéticamente irreprochable y algunas imágenes siempre curiosas del mercado del pescado de Tokio, ya vistas algunas tardes tediosas de domingo en los documentales de La2 o del Canal 33.
Notable la banda sonora del film que recogió un premio en el último Festival de Cannes. Tan notable que justifica el título de la película.
En la vida real Sergi López acaba de inaugurar en Vilanova i la Geltrú, un restaurante NEGREFUM, donde promueve una cocina basada en el producto de proximidad. Ver artículo en el último CUINA.
Otra apostilla. No he pretendido lanzarme ahora a la crítica cinematrográfica. Son tan sólo una reflexiones, sin duda muy cuestionables, sobre el lugar que ocupa el hecho gastronómico en esta película.
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