
Solo por las vistas del Pedraforca y un paseo por el bonito pueblo de Josa del Cadí vale la pena llegar a esta comarca del Alt Urgell. Unos parajes preciosos con un tiempo de primavera-verano magnífico. Es la Cataluña histórica, la vieja y profunda Cataluña fundacional, hoy muy vaciada pero que se mantiene viva gracias a este turismo interior que ha cogido, ahora más que nunca, todo su sentido.

En el pueblo de Josa de Cadí, se encuentra la quesería Serrat Gros, una de las “formatgeries” veteranas del país, donde vale la pena ir a degustar su delicioso “pebrat” (con pimienta).
Visita previa al almuerzo en el restaurante del pueblo, que Diego Alías (a la derecha en la foto con Jordi, el maitre ) y sus padres (de origen andaluz) refundaron hace dos décadas manteniendo el nombre de la antigua fonda : CA L’AMADOR.
Cuando han desaparecido la escuela y todos los servicios públicos de un pueblo de montaña, lo único que queda, a veces, es la fonda, aunque en este caso, esté abierta solo unos meses al año.
La cocina de Diego es difícilmente clasificable. Pasó de joven por Martín Berasategui (cuando estaba Alex Montiel de jefe de cocina; calculo que por los años 95), recibió la influencia andaluza de su madre en los guisos y en ese riquísimo salmorejo que degustamos, y duda un poco entre algunos tics de alta cocina y bocados más de buena taberna (que fueron los que más me gustaron como esa oreja con aceite y pimentón, aliñado como un pulpo a la gallega.)
A veces su deseo de proponer platos más sofisticados en vajilla que tuvo su momento de moda hace 20 años, le lleva hacia construcciones deslavazadas como el chupa-chup de codorniz servido en un recipiente imposible y con elementos dispersos. Después de mi comentario al respecto, Diego nos trajo una cuchara en la que las habitas, el tomate, los mini picatostes y el jugo de la codorniz se revelaban como una excelente ensalada. Lo que pretendía ser al principio pero no se conseguía por culpa del emplatado.
Tampoco se entendía que el delicioso ravioli de pato con gástrica de naranja (otro jugo ochentesco), se codeara con el también delicioso magret curado (un guiño al jamón de pato de nuestra juventud) sobre un trozo de pera. Le recomendé dejar el ravioli solo en un plato, y traspasar ese pato curado al servicio de los snacks del aperitivo, junto con las almendras enteras que sobraban como segunda guarnición del salmorejo(una rica sopita fría que no necesitaba de tantos acompañamientos), como se apreciará en las fotos más adelante.
En resumen, Diego sabe cocinar, pero se pierde un poco a la hora de construir sus platos. Una pena, ya que todo se apreciaría mucho mejor con más sencillez en los emplatados y menos vajilla bling bling.
Y otra vez me sorprendió una vieira, en este caso encima de una buena tortilla de patata con mahonesa de aestivium, tortilla que para mi gusto se bastaba por si sola. Tal vez podría chocar ver un trozo de tortilla en un menú-degustación, pero si ese “pincho” está rico, como era el caso, ¿qué más da que lleve un “producto noble” o no? Una buena tortilla es también un bocado “gastronómico”.
Pero todo esto es solo mi opinión, y Diego tiene que hacer lo que le sale del alma y lo que gusta a su fiel clientela.

En todo caso, nos atendieron con una amabilidad extrema y pasamos un excelente momento en una mesita instalada en la bodega, justo debajo de un nido de golondrinas que tienen la costumbre de instalarse allí cada año.

Los comentarios de la introducción se entenderán mejor con las fotos del menú:
Espárrago de Tudela con queso tupí azul
El exceso de vinagreta no molestaba: aprovechamos para mojar pan.
Oreja con pimentón
Tierna, deliciosa. Y mojamos más pan…
Alcachofa con foie-gras, blini de salmón, rábano con anchoa
Todos ricos. Lo mejor, la alcachofa.
Salmorejo con aire de melón
Picadillo de lomo y mojoma. Almendras tostadas.
Excelente. Sabía a poco. Las almendras sobraban. Las serviría con las aceitunas y la coliflor encurtida del principio (no hice foto).
Ensalada de tomate, habitas y codorniz
(Leer introducción). Espero que ya no se fabriquen estos platos ondulados…aunque fabrican otros que no son muchos mejores. La “creatividad” de los ceramistas es infinita.
Ravioli de wonton con pato confitado
(Leer introducción).

Sorbete de pera
En plan vintage, recordando aquel sorbete que se servía a media degustación (“para limpiar”). Pero demasiado dulce.
Tortilla de patata, vieira y mahonesa de trufa de verano
Un plato extraño, inclasificable, pero en estos momentos en que estoy escribiendo, me lo comería con mucho gusto y gula…
Canelones con bechamel de “ceps”
Ricos. Un clásico de la casa.
Bacalao de la mamá frito con cebolla, tomate y olivada
Un poco soso y seco. Y sobraban los frutos secos.
Cabrito guisado con trocitas de queso Serrat Gros
Esfera de jarabe de frutos rojos, granizado de sake

Sorbete de limón con ratafía
Helado de cacahuete con arroz salvaje sufflé
El mejor de los 3 bocados dulces. Muchos nos acordamos de aquellos granos de arroz salvaje que se servía en los 90 y que simulaban gusanos. Ya se hacían pequeños trampantojos entonces.

Bueno el brownie. Un poco duro el carquiñoli.

Un excelente pinot noir del Garraf (12º5) que, curiosamente llevaba el nombre de “Luz del Cadí”, la montaña donde estábamos, es decir a 150km del Garraf. Una buena recomendación de Jordi, el maitre-sumiller.

Amable invitación al vino.
CA L’AMADOR
Josa de cadí